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Lethepassport

Letheia

Letheia "Hati" Rye es una joven sacerdotisa que trabaja como costurera, profesión que aprendió de su padre adoptivo mientras vivían en la Aldea Piroleña hasta que llegaron los huargen y los renegados. Después de huir, dejando atrás su hogar y los cadáveres de todos sus amigos y conocidos, llegó a Darnassus donde conoció a algunos miembros de Defensores de Nordrassil, que la acogieron entre sus filas.

Aspecto físico[]

A diferencia de su padre, Alan Rye, los ojos de Letheia son verde claro y su cabello es de un tono cobrizo oscuro. Su piel es extremadamente pálida y unas tenues ojeras resaltan en su rostro desde que fue convertida en un huargen.

Su forma huargen es algo desgarbada y, aunque en un principio le costaba adaptarse a esta forma, ha ido familiarizándose con todas las nuevas ventajas y desventajas que acarrea.

Infancia[]

Lo primero que recuerdo es un bosque oscuro, lleno de sonidos extraños. Recuerdo el frío en mis pies descalzos,la lluvia en mi cabeza y la sangre en mis manos. Después, un grupo de cazadores que emerge de la nada y me llevan a un pueblo extraño. No reconocí nada ni nadie. No pude explicar el motivo de mis heridas, ni de donde vine ni por qué estaba sola en el bosque, tan lejos de los caminos. Tampoco pude explicarles esa sensación de pérdida en mi interior que sólo podría compararse al de encontrar un tesoro en un sueño y despertarse para descubrir que lo has perdido.

Solamente conocieron mi nombre, Letheia, al descubrirlo bordado con letras rojas en el interior de mi capa rasgada.

Ese mismo día se decidió por votación que cada familia de la Aldea Piroleña cuidara de mi durante un año, de forma que entre todos pudieran ayudar a costear mi manutención y educación. Primero fueron la familia Stonewall, tan amables y refinados. Después vinieron los Hallow con sus dos hijos, Roiben y Alistair. Al tercer año, cuando cumplí los 9 años, el sastre de la aldea solicitó al consejo de la aldea que me quedase con él ya que necesitaba ayuda en su negocio. El consejo, algo turbado, dió el visto bueno.

Alan Rye, viudo desde hace años y considerado un hombre solitario y melancólico, se convirtió en mi mentor y en mi padre desde ese día.

Continuará...

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